La intención de esto es, únicamente, exaltar la candidez de sus lectores.

viernes, 5 de junio de 2009

Cumpleañoses

Hoy es cumpleaños de mi papá. Le regalé un suéter de la UNAM, de esos de botones, que tienen dos rayas horizontales en la manga izquierda y que traen a la altura del corazón las siglas UM. Mi padre, hay que decirlo, es Puma. Aunque también es Chiva, como yo.
Me gustó haberle regalado ese suéter, no solamente porque le gustó por ser puma, sino porque siempre me había dicho que ese tipo de suéteres le fascinan. Esos suéteres que representan la 'universitareidad', la 'juventudedidad', la 'sesentidad' y 'setentidad'. Porque mi papá pudo haber sido el protagonista de Los años maravillosos sin ninguna duda. Porque mi papá, y me pongo sentimental, sí, es mi héroe. Y es nuestro deber festejarlo.
Además del cumpleaños de mi padre, también hoy sería el cumpleaños de Federico García Lorca, cantor de Andalucía. Este escritor, insigne respresentante del veintisiete, tiene la rara habilidad de producir versos acuosos...


... Okey, aún cuando no sé bien qué es lo que quise decir con 'versos acuosos', me parece que eso describe bien el ritmo de los versos lorquianos. Y, con lo necio que soy, no modificaré mis palabras.
A continuación 'La casada infiel'. Que, por cierto, es un poema tan erótico como la rola de 'Cuando pase el temblor' de Soda Stereo.

Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fué la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

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