“Quisiera exponerle, querido amigo (Roman Ingarden), un ruego, que acaso le parezca muy infantil. También usted ha pensado ocasionalmente poner fin a su vida. Nunca lo he tomado muy en serio. Pero la sola posibilidad me aterra. Prométame, por favor, que no lo hará nunca. La vida puede dejar de ser totalmente insoportable, si uno sabe que hay una persona para quien dicha vida es mucho más preciosa que la suya propia”.
Edith Stein, “Carta a Roman Ingarden”, 5 de julio 1918.

7 comentarios:
está padre tu blog y este post más.
Suele suceder, que a veces la vida propia es más apreciada por otros que por el que la vive, en ese caso, lo que le mantiene vivo es la admiración de los demás.
O el cinismo, como a House.
Hola. Devuelvo la visita.
Mi vida le importa a varias personas, entre ellas a mí misma. Pero quiero quiero que una de ellas me lo diga y no logro arrancarle una palabra.
¿Será quizás que no le importo tanto como creo?
Lindo post para pensarlo y linda música la que elegiste.
Saludos
Suerte tener a alguien que nos aprecie de ese modo
¡Ya escribe de nuevo!, claro, Stein está padre y todo, pero qué pasa con tu pluma. El post es buena reflexión, pero los comentarios más...
Un abrazo...
¡Qué bien! Amigo, aquí viene lo cursi, sabes que yo te aprecio tanto como santa Edith a Roman, y aún más.
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